Conocé un poco de mi historia y mi búsqueda personal
Siempre supe que quería ser abogada. Cuando estaba por terminar el colegio y todas mis amigas se anotaban para hacer el curso de orientación vocacional, yo no dudaba ni un segundo de mi elección.
Crecí rodeada de conceptos jurídicos porque mi papá es abogado y siempre me interesó ese mundo. Me encanta escribir, leer e investigar.
Y ni hablar de que en esa época (tampoco fue hace tanto) era muy “normal” seguir carreras tradicionales (derecho, economía, medicina, administración de empresas, contador, etc).
Nunca me lo cuestioné ni se me pasó por la cabeza hacer otra cosa. Al margen de que no estaba ni enterada del universo de cosas que podía llegar a hacer.
En paralelo, siempre me gustó la música. Desde los 4 años bailaba, cantaba y hacía “shows” en el espejo del horno de la cocina de mi casa. Empecé a estudiar canto, guitarra, baile y de más grande entré en el mundo de la comedia musical. Cuando mis papás me regalaron mi primer guitarra a los 10 años empecé a componer canciones.
La música siempre estuvo presente en mi vida, pero siempre como un hobbie y en mis ratos libres.
Ni bien arranque la carrera de abogacía en la UCA empecé a trabajar. En una defensoría, en un juzgado de familia y después en el estudio jurídico familiar. Me fue muy bien, incluso fui medalla de oro de mi camada.
Y durante esa época de mucho estudio dejé un poco de lado el canto, la composición y la guitarra.
Cuando terminé la carrera ya sabía que me quería dedicar al derecho de familia, y como me gustaba estudiar empecé un posgrado. A la par hice cuanto curso de derecho existiera, empecé a dar clases en la UBA y la UCA y a escribir en revistas de derecho.
Mi hermana siempre me dice que cuando me apasiona o me interesa algo le pongo a eso todas mis energías. Y así era en esa época con el derecho.
Nunca me imaginé en ese entonces que algún día yo iba a tener una crisis con mi carrera.
Pero lógicamente uno nunca sabe qué es lo que va a pasar o cómo uno se va a sentir en unos años (eso lo fui aprendiendo con el tiempo).
Y así, cuando cumplí 29 años la crisis llamó a mi puerta. Y todo lo que había construído con tanta seguridad empezó a tambalearse.
Me empecé a cuestionar la carrera que había estudiado, el trabajo que tenía, las clases de la facultad, y todo eso que antes había encarado con tanta pasión y entusiasmo.
Y al mismo tiempo, toda mi faceta musical empezó a adquirir más fuerza. Volví a tocar la guitarra, a componer, y a tomar clases de canto.
Pero esta vez decidí dar paso más. Me animé a empezar a dar clases de canto (y capacitarme para eso), de guitarra y ukelele, a salir a tocar en vivo y a grabar mis propias canciones.
De a poco y muy tímidamente me fui sumergiendo en el mundo de la música independiente, un mundo que para mi hasta ese entonces era completamente desconocido (con todo lo que eso implica, no?). Todavía sin saber bien qué es lo que quería o buscaba, sin tener un objetivo claro. Sino más bien tanteando, viendo que hacían otras personas, que me gustaba hacer y que no, y con qué me sentía cómoda.
Y como siempre que algo se me mete en la cabeza le pongo todas mis energías, empecé a transitar este camino con muchísimo entusiasmo. Y en mayo del 2019 subí a Spotify mi primer disco “VAMOS”, con 7 canciones autorreferenciales que cuentan un poco cómo soy yo y algunos procesos que fui viviendo. Un disco en el que claramente quedó registrado este proceso de animarme a hacer eso que siempre me había apasionado pero que hasta ese entonces había sido un simple hobbie.
“Vamos a buscar eso que siempre escondimos bajo el sol” dice el estribillo de la canción que le dio nombre al disco. Y así es como me sentí durante esta etapa en la que me animé a hacer cosas que antes no hubiera pensado (como sacar un disco y hacer su presentación) y experimenté en carne propia lo que significa lanzarse a cumplir un sueño.
Pero a medida que iba avanzando en este camino había algo adentro mío haciendo ruido. Un ruido que no lograba descifrar. Estaba haciendo por fin lo que “siempre había querido” y sin embargo, algo no me cerraba del todo.
Como todo músico bien sabe, el camino del artista no es un camino fácil (bueno en realidad ningún camino lo es); o por lo menos para mi no lo fue. Nunca logré hallarme al 100%, ni sentirme parte del todo.
Y a medida que fue pasando el tiempo y fui alcanzando algunos de los objetivos que me había propuesto, empecé a sentir que ya no estaba tan segura como antes de que ese era mi camino. Que ya no sabía si me quería dedicar a eso. Que me había imaginado otra cosa o lo había “idealizado”. Con toda la frustración que eso implica, porque de verdad le había puesto todo mi entusiasmo, recursos y dedicación.
Me costó mucho reconocer y ponerle nombre a ese sentimiento. Pero de a poco me fui dando cuenta que a pesar de que las cosas no habían resultado tal como me lo había imaginado, el paso que me había animado a dar era enorme.
Me había animado a salir de mi zona de confort haciendo algo totalmente distinto a lo que estaba acostumbrada a hacer y entrando en un mundo desconocido para mi. Me había animado a derribar esas barreras que inconscientemente había construido desde chica y había podido probarme a mí misma que nunca es demasiado tarde para empezar algo nuevo.
Y me di cuenta de que en realidad no significaba el fin de una etapa o de un proceso, sino todo lo contrario: el comienzo de un camino lleno de motivación, de búsqueda y de infinitas posibilidades. Que sólo había que proponérselo y nunca dejar de buscar.
Y así nació este nuevo proyecto en el que combino el derecho, la música y el mundo emprendedor, pero desde otro enfoque y otra perspectiva. Porque muchas veces la solución está en mirar lo que ya tenemos pero desde otro lugar.
Y la búsqueda sigue y va a seguir. Pero ahora con la certeza de que la única forma de encontrar eso que de verdad nos motiva es la búsqueda constante, y que sólo depende de nosotros.
Allá afuera hay un infinito mundo de posibilidades. Solo tenemos que animarnos a salir “a buscar eso que siempre escondimos bajo el sol.”
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